Caputo se fue (o lo echaron) del Central
La mujer con la que Macri comenzó “una gran relación” y un “enamoramiento” que espera se extiende “a toda la Argentina” con ella, como confesó el Presidente en la gala donde el think tank conservador Atlantic Council lo distinguió como “Ciudadano Global 2018”, le bajó el pulgar. Christine Lagarde, esa mujer que tiene un vínculo especial con Macri, como insinúa con insistencia hace varios meses Marcelo Bonelli en sus columnas semanales en Clarín, había cuestionado la gestión de Luis Caputo al frente del Banco Central. En un reportaje que brindó al diario británico Financial Times hace dos semanas, la directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional fue fulminante. Dijo que el organismo busca que la política monetaria argentina tenga “claridad, transparencia e información apropiada para los operadores de mercado y una comunicación mejorada”. El saldo de ese pedido fue la renuncia del responsable de llevarla a cabo, lo que muestra dos cuestiones: primero, que hasta los técnicos del Fondo observaban la ineptitud del mesadinerista Caputo para hacer lo que ellos consideran que el Banco Central debe hacer; y segundo, que queda todavía más claro quién maneja la economía macrista. No es Nicolás Dujovne, ni antes Caputo y ahora el nuevo titular del Banco Central, Guido Sandleris, ni el presidente Macri; es Lagarde y sus técnicos, liderados por Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental, y Roberto Cardarelli, jefe de la misión para Argentina.
El Fondo Monetario entrega los dólares pero no quiere que hagan con ellos cualquier cosa, entre ellas rifarlos diariamente con políticas erráticas de intervención en el mercado cambiario. Caputo y su equipo realizó subastas de reservas en un horario predeterminado, después en cualquier hora según la evolución del mercado, hasta definirlo unos minutos antes del cierre para marcar la cotización. También vendió contratos dólar futuro que reportará fuertes quebrantos al Banco Central. Para finalmente volver a vender dólares en forma directa a lo largo de la jornada cambiaria. El resultado es impactante: en tres meses de administrar la mesa de dinero del Central dilapidó casi la totalidad del primer desembolso del FMI por 15 mil millones de dólares.
Ahora estaban negociando, según las versiones que el gobierno dejó trascender, un esquema de intervención entre bandas de cotización del dólar, entre un mínimo de 32 a 36 y un máximo de 40 a 44. Son las mismas versiones que decían que el préstamo del FMI se incrementaría en 20 mil millones de dólares, para totalizar 70 mil millones, para luego informar que sólo serán 5 mil adicionales. Al Fondo no le importa hasta donde puede subir el tipo de cambio y por eso quiere limitar la venta de dólares en el mercado cambiario. Quiere que esos dólares sólo sirvan para garantizar el pago de los intereses y capital de la deuda. Entre un mesadinerista que vende dólares sin poder controlar el mercado y técnicos del Fondo que no quieren rifar sus carreras de burócratas de Washington se expresa el nivel de descomposición de la administración diaria del naufragio macrista.
Desesperado por conseguir un nuevo aval del Fondo para evitar el abismo, Macri entregó al primo hermano (Luis) de su “hermano del alma” (Nicolás). Lo hizo el día después de la recorrida para volver a seducir a los capitales especulativos para que apuesten en el paño argentino, antes de dar el discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, y a un par de días de cerrar otro acuerdo con el FMI. Para que el Fondo entregue unos miles de millones más de dólares con la esperanza de ganar tiempo hasta el proceso electoral del año próximo, el segundo presidente del Banco Central del macrismo fue lanzado de la popa del barco escorado.
Fuente: Página 12