Mauricio Macri pone a prueba la paciencia de los argentinos
Por Carlos Cué – El País (España)
Uno de los logros que le reconocen prácticamente todos a Mauricio Macri es que ha recuperado las estadísticas creíbles para Argentina. El INDEC, el organismo oficial que maneja los datos, llevaba ocho años intervenido políticamente y nadie se creía lo que decía. Hasta el FMI dejó de contar con esas cifras. Pero ahora que los datos al fin son creíbles, no hay en ellos más que malas noticias. Una ojeada rápida a la web del INDEC lo deja claro: la inflación en julio creció al 2% mensual, lo que apunta a un 40% anual –en agosto el crecimiento es menor por motivos puntuales pero sigue siendo de lejos el más alto de la región después de Venezuela- el desempleo está en el 9,3%, una cifra enorme para Argentina, la economía cae al 4,3% si se mide sobre el mismo mes del año anterior, la producción industrial se hunde un 7,9%, un desplome que no se había vivido en los últimos 14 años.
La economía está parada, empieza a haber despidos aunque aún no masivos –gracias a la presión de los sindicatos- y los precios siguen subiendo, lo que ha convertido a Argentina en el país más caro de Latinoamérica. Si a eso se le suman los datos de pobreza que realiza la Universidad Católica, que dice que hay 1,4 millones de nuevos pobres desde que llegó Macri, la combinación es explosiva.
El presidente argentino, que alcanzó el poder con una campaña optimista en la que prometió devolver el país a la normalidad y habló de una “revolución de la alegría” de momento no puede ofrecer a los argentinos más que sangre, sudor y lágrimas. Macri promete que la tormenta escampará. Pero ya ha dado varias fechas para la salida del sol, se cumplieron, y sigue lloviendo torrencialmente en la economía argentina. El presidente va cayendo lentamente en las encuestas, pero aún conserva un nivel de aprobación notable –cercano al 50%- que los expertos explican con una característica muy argentina: las expectativas. La mayoría de los consultados dice lo mismo: estoy peor que hace un año pero creo que estaré mejor en 2017. “Estamos mal pero vamos bien”, dijo Menem en los 90.
Macri va tratando de ganar tiempo. “Vamos por el buen camino”, insiste. Pero no hay apenas datos económicos positivos que lo avalen y sigue sin llegar la oleada de inversiones extranjeras prevista. Los empresarios consultados coinciden: ¿Quién va a invertir con un 40% de inflación y con unas tasas de interés oficiales del 28,5%? Algunos explican que en Argentina ahora mismo se gana mucho más dinero con lo que ellos llaman “bicicleta”, esto es prestándole dinero al Estado, que con una inversión productiva. Y se arriesga menos. El tipo de cambio lleva meses estable, por lo que Argentina ofrece en este momento una de las la rentabilidades del dinero más altas del mundo. Los bancos están en su gran momento y el campo también está explotando porque el Gobierno le bajó mucho los impuestos, pero la industria y la clase media y baja urbana están al límite de la resistencia.
Macri está así poniendo a prueba la paciencia de los argentinos, que no es una de sus mayores virtudes. Los expertos coinciden en que aún tiene margen, sobre todo porque el kirchnerismo, su gran rival, salió muy debilitado de la derrota electoral y no para de acumular escándalos de corrupción. Pero no es infinito.
Con Macri, y en general con Argentina, es difícil hacer previsiones. Hace un año se decía que era imposible que ganara. Y ganó. Después se dijo que no podría controlar el Congreso, porque está en minoría. Pero no ha sufrido ninguna derrota importante y logró aprobar la ley clave, el pacto con los fondos buitre. Se dijo que Macri no entendía nada de política, que era un ingeniero millonario que pensaba en términos empresariales. Pero resultó que es en la parte política donde está teniendo menos problemas: la oposición está dividida y eso le da mucha fuerza.
“Mientras el peronismo no resuelva sus problemas con Cristina Fernández de Kirchner y busque un nuevo líder, y eso le puede costar mucho tiempo, podemos estar tranquilos”, repiten en el Gobierno. La expresidenta intenta mantener el liderazgo de la oposición de manera particular, desde su retiro en El Calafate y con apariciones esporádicas. Y los macristas dicen en privado que ella es su principal aliado. Porque el presidente no es un líder carismático que arrastre multitudes, pero millones de argentinos estaban hartos del kirchnerismo y cada vez que ella aparece recuerdan por qué votaron a Macri, explican sus fieles.
Al presidente le va relativamente bien en política y muy mal en economía, al contrario de lo previsto. Los expertos coinciden en que en Argentina, un país donde hasta el último campesino en un lugar aislado puede ofrecer una lección magistral de macroeconomía básica, las elecciones se definen ahí. Y, como siempre, hay una frase de Perón para resumirlo: “El órgano más sensible del hombre es el bolsillo”. Por eso Macri necesita resultados. Sobre todo inversiones. El presidente se fue de viaje al G-20 en China y pasará antes por Qatar con un único objetivo: lograr atraer capitales extranjeros.
Fuera de Argentina Macri tiene un apoyo casi incondicional. Pero dentro la olla se va calentando. Las calles de Buenos Aires sufren cortes cada día por manifestaciones de todo tipo, y los sindicatos han organizado una gran “marcha federal” por todo el país que concluye el viernes en la capital. Los macristas insisten en que las protestas en Argentina no cambian nada. Son demasiado frecuentes, están inmunizados. Pero incluso los más fieles admiten que no conviene poner mucho más tiempo a prueba la paciencia de los argentinos.